viernes, 2 de septiembre de 2016

Muere Islam Karimov, presidente de
Uzbekistán

El único dirigente que el país asiático ha conocido desde su independencia, en 1991, no tiene un sucesor claro (ABC Internacional)

El presidente uzbeko, Islam Karimov, acude a una reunión en Almaty en abril de 2009
El presidente uzbeko, Islam Karimov, acude a una reunión en Almaty en abril de 2009 - REUTERS
REUTERS/EP Almaty - Actualizado: Guardado en: Internacional

El presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, ha muerto a los 78 años, días después de haber sufrido una hemorragia cerebral y sin que haya un sucesor claro para asumir las riendas del país más poblado de Asia Central, según han confirmado tres fuentes diplomáticas y una fuente local consultada por la agencia turca Anatolia. El Gobierno uzbeko ha anunciado oficialmente el fallecimiento del mandatario aunque horas antes ya había dicho que el presidente se encontraba en estado crítico, tras haber sufrido una hemorragia cerebral el sábado pasado. «Sí, ha muerto», ha afirmado una de las fuentes diplomáticas.
Criticado por Occidente y por los grupos de defensa de los Derechos Humanos por autoritarismo, Karimov ha gobernado en Uzbekistán desde 1989, antes de que el país se independizara en 1991. No llegó a designar a un sucesor y los analistas creen que el proceso de transición será decidido en privado por un grupo de altos cargos y miembros de la familia Karimov. Si no logran alcanzar un acuerdo se podría desencadenar una crisis que desestabilizaría a un país con 32 millones de habitantes y que se ha convertido en objetivo de milicianos islamistas.
Uzbekistán es un país exportador de algodón y tiene importantes reservas de gas y de oro. El Gobierno podría dar alguna pista sobre el sucesor con el anuncio oficial del fallecimiento de Karimov, que podría incluir el nombramiento del jefe de una comisión encargada de organizar su funeral. El comunicado llegará este viernes.

¿Y quién era Karimov?

El líder uzbeko era un cacique abanderado de la lucha contra el integrismo islámico, objetivo por el que sacrificó los derechos humanos más básicos de su pueblo. «Esa gente debe recibir un disparo en la sien. Si es necesario, les dispararé yo mismo. Estoy dispuesto a arrancar la cabeza de 200 personas, sacrificar sus vidas, para garantizar la paz en el país», llegó a decir en una intervención ante el Parlamento tras un atentado cometido hace años por integristas en Tashkent.
La mayor parte de su infancia transcurrió en un orfanato soviético y, al igual que muchos jóvenes de su época, recibió primero una educación técnica. Más tarde, se graduó en ingeniería mecánica.
Admirador de Tamerlán, uno de los mayores conquistadores nómadas de la historia, Karímov ascendió a la dirección de ese país centroasiático en junio de 1989, liderazgo que conservó hasta hoy. Era ministro de Finanzas cuando fue promovido al cargo de primer secretario del Partido Comunista de Uzbekistán, entonces una de las 15 repúblicas soviéticas. Según la letra no escrita de la política uzbeka, Karimov nunca habría llegado al poder de no contar con el apoyo de uno de los dos clanes que dirigen ese país desde hace cientos de años: los de Tashkent y Samarkanda. Siendo él originario de Samarkanda, el líder del clan de la antigua capital imperial, Ismaíl Jurabékov,le promovió como el líder que conduciría los destinos de Uzbekistán de cara al nuevo siglo.
En diciembre de 1991 fue elegido primer presidente del Uzbekistán independiente y en 1995 convocó un plebiscito por el que prorrogó su mandato hasta 2000. No contento con eso, convocó otra consulta popular en 2002 prolongando los mandatos presidenciales de cinco a siete años. A partir de entonces, se proclamó ganador de todas las elecciones celebradas en el país: en 2000, en 2007 y, finalmente, en marzo de 2015. En la ultima cita electoral obtuvo, como siempre, más del 90 % de los votos, y según la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa en esos comicios «no hubo espacio para la oposición».

Contra el integrismo islámico

Desde su ascenso al poder, hizo especial énfasis en la instauración de un Estado laico, persiguiendo toda manifestación de fundamentalismo. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el líder uzbeko obtuvo carta blanca para reprimir a conciencia a los activistas islámicos, sin hacer distinciones entre moderados y radicales. Así ocurrió con el Movimiento Islámico Uzbeko, el grupo más belicoso de los radicales musulmanes centroasiáticos, que combatió hombro con hombro con los talibanes en Afganistán. Según organizaciones de derechos humanos, miles de disidentes musulmanes se encuentran en las cárceles uzbekas, donde son sistemáticamente torturados.
Al igual que otros países de la región, Karímov cedió a EEUU el territorio uzbeko como cabeza de puente para la guerra en Afganistán.
En nombre de la lucha contra el integrismo, el autócrata uzbeko también ilegalizó a todos los partidos opositores y en mayo de 2005 sus fuerzas de seguridad ametrallaron a centenares de civiles desarmados en la ciudad oriental de Andiyán, un incidente descrito por las autoridades uzbekas como una revuelta orquestada por militantes islámicos. Como consecuencia, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones al régimen uzbeko, convirtiéndolo en un «apestado» a ojos de Occidente. Tras ello, Karímov selló una alianza defensiva con Rusia que contemplaba la asistencia militar exterior en caso de agresión, para años después abandonarla.

Líos de familia

Dirigió su país con mano de hierro y hasta su hija mayor, Gulnara Karímova, a quien durante años se consideró su sucesora en potencia, cayó en desgracia en 2014 tras haber llegado hasta lo más alto dentro del régimen y como imagen exterior del sistema. Representante ante la ONU en Ginebra y embajadora en España, Gulnara fue acusada en un escándalo de corrupción tras descubrir un grupo de periodistas que un gigante sueco de telecomunicaciones había pagado 300 millones de dólares por entrar al mercado uzbeko. Después de enfrentarse a su padre y a otros miembros de la familia, la estrella de Karimova se derrumbó: fue detenida y asignada a arresto domiciliario, donde supuestamente continúa. La hija pequeña del presidente, Lola Karímova-Tilláeva, es embajadora ante la Unesco en París.